
Próxima parada: Platja i Grau de Gandía. La emoción vibraba en el aire cuando escuché esa frase desde el tren. No había nada que me hiciera más feliz que estar allí con mi pareja, disfrutando del amanecer y sabiendo que nos dirigíamos al mejor hotel de Gandía. Mis expectativas eran altas, pero no imaginaba que se superarían tan rápido.
Al llegar, la zona nos recibió con su bulliciosa vida: un río encantador, tiendas increíbles, gente amable, un faro rodeado por las olas y una playa que irradiaba felicidad. Cada paso era un pequeño regalo.
Al cruzar la entrada del hotel, todo parecía haberse convertido en un cuento de hadas: luces brillantes, sonrisas en todos y cada uno de los rostros y la promesa de aventuras mágicas en cada rincón. Nos atendieron con mucha amabilidad, y tras un rápido check-in, nos entregaron la llave de nuestra habitación.
Mientras caminábamos hacia el ascensor, un ruido peculiar nos sacó una sonrisa; un grupo de turistas intentaba hacer una coreografía improvisada al ritmo de una melodía pegajosa. ¡Era como observar a patitos intentando bailar salsa!
La habitación era un sueño hecho realidad; me sentí como una princesa en un reino mágico. La emoción nos llevó a dar volteretas sobre la cama como si volviéramos a ser niños. Y sin pensarlo dos veces, ¡a la piscina! El agua fresca y cristalina nos hizo sentir como sirenas traviesas. Nos reímos tanto que uno de nosotros casi se resbala y cae de espaldas; ¡qué espectáculo!
Esa noche dormimos como troncos. Al siguiente día, despertamos a las siete para ver el amanecer. Nos vestimos a toda prisa y corrimos a la playa. El sol salía velozmente; casi me golpeo con la cámara tratando de capturar el instante mágico en que el cielo estallaba en colores.
Después del espectáculo matutino, el desayuno buffet nos recibió a las ocho con una abundancia tal que no sabíamos qué elegir. Yo me llené de frutas mientras mi pareja se atiborraba de croissants –de hecho, creo que escondió uno en su mochila por si acaso… ¡no vaya a ser que nos dé hambre antes del almuerzo!
Tras un rato más en la piscina y algunas travesuras, llegó el momento de partir, nos fuimos con sonrisas enormes y risas resonando en nuestras memorias del fin de semana. ¡Qué mágico fue todo!
-Miriam C.